¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligatoria para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que, desde hace tanto tiempo, venimos enseñando? José Saramago
EN LA SEMANA DE LA LECTURA, REALIZAMOS CON TODOS LOS GRADOS ACTIVIDADES MUY INTERESANTES, ENTRETENIDAS Y LOS ALUMNOS LEYERON Y LEYERON Y LEYERON...
ESTA ACTIVIDAD FUE HECHA CON LOS ALUMNOS DE 3ºa.
CADA ALUMNO LEIA UNA PARTE REPRESENTANDO A CADA UNO DE LOS PERSONAJES (ej. flamencos, almaceneros, lechuza, víboras de coral, etc.) y al mismo tiempo iba pasando el video de lo que ellos estaban leyendo.
muy bien por los alumnos!!! concentraron sus esfuerzos para leer al mismo tiempo que avanzaba el video.
LAS MEDIAS DE LOS FLAMENCOS. Autor: horacio quiroga
Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas
y los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y los pescados
Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo
un collar de bananas, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se habían pegado
escamas de pescado en todo el cuerpo, y caminaban meneándose, como si nadaran
Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en dos
pies. Además, cada una llevaba colgando como un farolito, una luciérnaga que se
balanceaba.
Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas sin
excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada
víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorado; las
verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo.
Y las más espléndidas de todas eran las víboras de coral, que
estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, blancas y negras, y bailaban como
serpentinas.
Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen
ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban
tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo
adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de
coral.
Un flamenco dijo entonces:
–Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas,
blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
Y levantando todos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en
un almacén del pueblo.
–¡Tantan! –pegaron con las patas.
–¿Quién es? –respondió el almacenero.
–Somos los flamencos. ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
–No, no hay –contestó el almacenero–. ¿Están locos? En ninguna
parte van a encontrar medias así.
Los flamencos fueron entonces a otro almacén.
–¡Tantan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero gritó:
–¿De qué color? ¿Coloradas, blancas y negras? Solamente a pájaros
narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. ¡Váyanse enseguida!
Los flamencos recorrieron así todos los almacenes, y de todas
partes los echaban por locos.
Un tatú les dijo que fueran a ver a la lechuza, que podía
conseguirles las medias.
Se fueron volando a la cueva de la lechuza. Y le dijeron:
–¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirle las medias coloradas,
blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si nos ponemos esas
medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
–¡Con mucho gusto! –respondió la lechuza–. Esperen un segundo, y
vuelvo enseguida.
–Aquí están las medias –les dijo la lechuza–. No se preocupen de
nada, sino de una sola cosa: bailen toda la noche, bailen sin parar un momento,
bailen de costado, de pico, de cabeza, como ustedes quieran; pero no paren un
momento, porque en vez de bailar van entonces a llorar.
Pero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían bien qué
gran peligro había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron los cueros
de las víboras de coral, como medias.
Y muy contentos se fueron
volando al baile.
Cuando vieron a los flamencos con sus hermosísimas medias, todos
les tuvieron envidia. Las víboras querían bailar con ellos, únicamente, y como
los flamencos no dejaban un instante de mover las patas, las víboras no podían
ver bien de qué estaban hechas aquellas preciosas medias.
Las víboras de coral, sobre todo, estaban muy inquietas. No
apartaban la vista de las medias, y se agachaban también, tratando de tocar con
la lengua las patas de los flamencos, porque la lengua de las víboras es como
la mano de las personas. Pero los flamencos bailaban y bailaban sin cesar,
aunque estaban cansadísimos y ya no podían más.
Un flamenco, que ya no podía más, tropezó con el cigarro de un
yacaré, se tambaleó y cayó de costado. Enseguida las víboras de coral corrieron
y alumbraron con los farolitos de las luciérnagas las patas del flamenco. Y
vieron qué eran aquellas medias.
–¡No son medias! –gritaron las víboras–. ¡Nos han engañado! ¡Los
flamencos han matado a nuestras hermanas y se han puesto sus cueros como
medias! ¡Las medias que tienen son de víbora de coral!
Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo, quisieron volar; pero
estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola ala. Entonces las
víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y les arrancaban las medias a
pedazos, enfurecidas, y les mordían también las patas, para que se murieran.
Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro. Hasta
que al fin, las víboras los dejaron libres, cansadas y arreglándose las gasas
de su traje de baile.
Los flamencos corrieron a echarse al agua, sintiendo un grandísimo
dolor. Gritaban de dolor, y sus patas, que eran blancas, estaban entonces
coloradas por el veneno de las víboras.
Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía están los flamencos
casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el agua, tratando de calmar
el ardor que sienten en ellas.
A veces el ardor que sienten es tan grande, que encogen una pata y
quedan así horas enteras, porque no pueden estirarla.
Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las patas
blancas y ahora las tienen coloradas.
Las siguientes son las sentidas palabras que dijo la maestra de 7º grado A, turno mañana, en el acto realizado el día 26 de marzo por el Día de la Memoria. Algunos de los contenidos, aclara la maestra Fabiana, fueron extraídos en distintas fuentes de información.
"Se cumplieron 36 años y sin embargo aún hoy digo 24 de marzo y me estremezco.
Es el día más nefasto de nuestra historia.
Miren que a lo largo de nuestra historia hemos pasado de todo como país, pero no hay nada comparable con esa fecha.
Fue el comienzo del reinado de la muerte. Del horror, el desprecio por la vida y los derechos de los demás.
Todas las sociedades en algún momento de su historia tocan fondo. A nosotros nos tocó el 24 de marzo de 1976.
Es nuestra responsabilidad recordar aquella hecatombe social que vivimos para que aquél veneno que inocularon en las venas abiertas de la sociead no nos envenene más.
Que nadie olvide que no dejaron delito por cometer.
Que el terrorismo de Estado no es un temporal de la naturaleza, por el contrario es un producto surgido por la sociedad en la que vivimos. Que un genocidio tiene mil explicaciones y no tiene ninguna.
Debemos decir que una parte importante de la sociedad civil respiró aliviada cuando los militares asaltaron el gobierno. No había conciencia profunda del verdadero significado de la palabra democracia ni del concepto de derechos humanos.
Era muy difícil saber que los golpistas iban a utilizar todas las formas de la muerte. No hay imaginación tan siniestra que pueda comprender los asesinatos y secuestros de niños, las torturas a embarazadas, a discapacitados, los tormentos a abuelos delante de sus hijos o nietos y las venganzas sobre familias enteras.
Eran tiempos que según Eduardo Galeano los argentinos nos dividíamos en cuatro especies: los aterrados, los desterrados, los encerrados y los enterrados.
La escuela es un lugar privilegiado donde poder trabajar en la reconstrucción de la memoria colectiva. Recordar debe convertirse en un proceso de aprendizaje compartido colectivamente.
El ejercicio de la memoria es sinónimo de salud mental para una sociedad.
Y la práctica sostenida del diálogo sobre cualquier silencio.
Para que el golpe no nos siga golpeando.
Para que todos sepamos lo que nos pasó.
Para que no nos vuelva a pasar.
Para que el terrorismo de Estado y la impunidad nunca más sean posibles